Como aficionado a la escritura (y no a la calibrafía), a uno de vez en cuando le falta la inspiración, más aun cuando estes la obligación cuan columnistas, de escribir todos los días.
Pero siempre hay días, o fines-de-semana que se acumula la inspiración.
En este caso, la inspiración ha venido de la mano de 4 mujeres que han paso por mi breve existencia. 4 estereotipos, 4 edades, 4 vidas, y 4 maneras de hacer sentir a un hombre (como suena eso de serio, verdad?)
Seguiré un orden cualquiera, ni por importancia, ni por edad, ni cronológico; pero tenemos al mito de Lolita, quincieñera, que ve a quien le dobla la edad, sufucientemente joven para no ser considerado por ella viejo, y a la vez, ver la sabiduría: "sabe de todo, sabe tanto, habla también".... cuando ves a una quinceañera que te mira con esos ojos de cordero degollado, y te hace recordar todos, hace mucho tiempo, tuvimos un corazoncito, uno de esos que casi todos los días se rompía, que casi todo los días suspiraba, y que siempre estaba enamorado eternamente, irremediable.... no como ahora donde, por no decir, pétreo o ferreo decimos prágmático o práctico. Cuando ves en unos ojos tu pasado, no puedes evitar el querer palpar los algodones que cubren ese corazoncito, tan a flor de piel. Menos mal que siempre hay un pero.
Toparse con el mito de la Venus, esa venus primigénia, terra-mater, donde la sensualidad no tiene nada que ver con los estereotipos modernos de belleza, donde su presencia provoca la inexperada secreción de hormonas sexuales que atascan el cerebro del macho ibérico, y donde lo mejor que puedes hacer es romper con las reglas, romper con los estereotipos, romper con compromisos, romper con la cordura, romper un vaso, romper con todo... pero menos mal que siempre hay un pero.
El último encontronazo, viene en forma de botón desaborchado, descuidado, y un pecho que asoma, y un experto en lencería femenina que descubre que no tiene muestra que estudiar, y todo ello gracias a que, pese a los cuarenta y muchos, sin ser grandes ni vuluptusos, siguen firmes y hergidos, y gusta de tentar al mismo de antes, pero ahora, jovenzuelo; suficiente jovén para ser un trofeo, y suficiente "lo otro" para encajar un "si te he visto no me acuerdo". Siempre viene bien que nunca falte un pero.
Ya solo queda el último tipo, que para este hombre-blanco-soltero-conpiso y aun de buen ver (un peli gordo), siempre tiene a su "pero", ese "pero" que nunca falta, que siempre puedes confiar, que es suficiente joven como para compartir uno la ilusión, sufiente mayor como para enseñar, suficiente venus para que la mente se nuble... al fin y al cabo.... el ser suficiente en tantas cosas la convierte en especial en todas.
Será por eso, que con esta y no tengo "peros".
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