Después de 2 meses recorriendo esta ciudad, 2 meses tomando cafés en lugares horribles, llenos de viejos y casposos personajes, donde no se puede estar más de 15 minutos, donde no se puede ni leer el periodico tranquilo; por fin, he hallado, he encontrado, he localizado, lo que parece el lugar perfecto para mis maléficos propósitos.
El típico cafetín, añejo, con buen café, con camaremos con uniforme, con clientes que símplemente leen tranquilo, donde hay turistas que dan una pincelada de color, donde no soy un tipo raro que garabaeta en una servilleta, o donde la gente no se te queda mirando si sacas un folio y un pluma para escribir.
Donde los profesionales de la hostelería conocen a sus clientes, y saben cuando se puede molestar o por el contrario mejor ni retirar el vaso.
Un lugar donde parece sacado del Madrid de los 50, en medio de La Colmena.
Y lo que es básico: las mesas deben ser de marmol (no he mirado si son lápidas).
Como os podeis imaginar, no pienso decir donde es.
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